Desde Bolivia nos llega ésta curiosidad sobre nuestro lenguaje y concretamente para la siguiente palabra:
CEREALES.— Plantas cuyas semillas o frutos transformados en harina son muy valoradas en la alimentación humana y de los animales; en sentido restringido, designa sus frutos mismos, principalmente trigo, arroz, quinua, maíz, centeno, cebada, avena o el sorgo. Domesticadas hace unos 10.000 años, modificaron los hábitos nómadas, dando lugar al surgimiento de las aldeas.
La palabra deriva del nombre de la diosa latina de la agricultura, la mies y el amor materno —llamada Ceres— que según la leyenda enseñó el cultivo del trigo y la elaboración del pan. Se supone proviene del latín Crescere: crear; Creare: nutrir, Cerus: ramo, e incluso Cere (o Caere), antigua e importante ciudad etrusca cuando Roma era apenas un conjunto de chozas. En sus albores, se la confunde con su madre Cibeles, diosa de la vegetación salvaje, o con su hermana Gea, la diosa tierra; presentando en relación con otras culturas semejanzas con el culto a Isis entre los egipcios, y con la Pachamama o Madre Tierra dentro de la cosmovisión andina.
Con pechos abultados, coronada con guirnalda de flores, portando una tea y espigas, se la presenta como deidad femenina principal, sentada en carro de oro desde el cual reparte los dones de la tierra. Su templo, en el monte Aventino de Roma, era famoso como centro de actividades religiosas, artísticas y políticas plebeyas, durante numerosas festividades agrarias, entre ellas las Ceralias, Tesmotorias y Eleusinias, estas últimas llamadas así a su paso por la ciudad de Eleusis.
De todas maneras, se debe precisar que su culto se origina en Grecia, nominada cono Deméter (del gr. Ge: tierra, y Méter: madre). Hija de Saturno y Rea, a la cual su hermano Zeus (el Júpiter romano) la hizo madre de la bella Perséfone, raptada por Hades con asentimiento del padre, debido a que en el reparto del mundo al hermano le había tocado la región más oscura y hostil, donde necesitaría su compañía.
La leyenda cuenta que la hermosa doncella se hallaba recogiendo flores del campo, y en momentos que admiraba la pureza de un narciso, en aquel lugar la tierra se abrió y Hades se la llevó en carruaje áureo al mundo subterráneo, para convertirla en reina de todas las mansiones del mundo subterráneo.
En su búsqueda, se dice que la madre recorrió desconsolada el mundo, deambulando de un lugar a otro, y en momentos en que reposaba junto a un pozo, la reina de Eleusis la hospedó para que cuidara a su hijo Triptolemo, que más adelante se convertiría en el primer pontífice en su culto, depositario de los llamados “misterios eleusinos”.
Sin embargo, al enterarse por un pastor del destino de Perséfone, se enfureció exigiendo a los dioses del Olimpo le restituyan a su hija, y entretanto para ser escuchada, se negó a que la tierra brinde sus frutos, poniendo en riesgo la sobrevivencia del género humano…
Aunque el mismo Zeus abogó por el retorno de Perséfone, fue demasiado tarde, pues Hades le había dado a comer granos de granada para unirse a ella para siempre, por lo cual los dioses olímpicos determinaron que pasara seis meses al lado de su marido, y los otros seis meses con su madre. Sin duda el fallo supone una alegoría, en la cual la semilla se refugia en el oscuro interior de la tierra, y tiempo después anuncia un nuevo ciclo al llegar la primavera…
En lengua castellana, su nombre pasa por expresiones tales como: “la rubia Ceres” (alusión a los trigales) o los “dones o tesoros de Ceres”, referidos siempre a los cereales, pues hasta hoy constituyen la principal fuente alimenticia para la humanidad…
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