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lunes, 3 de enero de 2011

Historia de los Calendarios


Un calendario es un sistema de medida del tiempo establecido por la sociedad para las necesidades de la vida civil, con la división por conveniencia del tiempo en ciertos intervalos como son los días, meses y años. Las divisiones de los calendarios se basan en los movimientos de la Tierra y su consecuencia, que son las apariciones regulares del Sol y la Luna. 

La vida de la sociedad se ve influida enormemente por la rotación de la Tierra, que provoca la sucesión de los días y de las noches, siendo ambas en principio de diferente duración. Ya en la antigüedad, el hombre se dio cuenta de que a pesar de que los intervalos de luz y de oscuridad eran de diferente duración (según las estaciones del año), sin embargo la suma de dos intervalos consecutivos de luz y oscuridad daba prácticamente una constante (hoy sabemos que no es estrictamente constante debido a los fenómenos astronómicos contemplados en la ecuación de tiempo). Así surgió la división de tiempo básica en todos los calendarios: el día, entendido éste como la agrupación de un intervalo de oscuridad y otro de luz contiguos. 

Según Aquilino Morcillo, la primera referencia literaria al día, noche, mes y año, proviene del poema Gilgamesh, escrito en caracteres cuneiformes y que narra las míticas aventuras de este príncipe de la ciudad sumeria de Uruk, que vivió sobre el año 2750 a. de C. La escritura la habían inventado los sumerios sobre el 3300 a. de C. Posteriormente, en la Biblia hay además referencias a la semana y a la hora, y conocemos que los babilonios ya dividían el arco en grados y minutos. 

La observación astronómica, en la que los primitivos pueblos agrícolas eran maestros, tuvo una gran importancia, tal y como nos muestran las reliquias megalíticas supervivientes de esos pueblos, como las de Stonehenge en Inglaterra, empezado a construir hace 5000 años, las pirámides egipcias, mayas y aztecas o el intihuatana inca de Machu Pichu.
En primer lugar, hay que destacar la razón de ser de estas construcciones en su aplicación de calendarios, ya que un pueblo agrícola sin escritura necesitó conocer con exactitud la duración del año y de las estaciones, al objeto de prever labores tan vitales como la siembra y la recolección, lo cual no es difícil comprobando, al observar el Sol, que en los equinoccios el día tiene una duración igual a la noche en toda la Tierra (del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre), mientras que en los solsticios, las duraciones del día son máximas respecto a las de la noche (21 al 22 de junio para el hemisferio norte), o mínimas (21 al 22 de diciembre). La duración exacta del día y de su noche podía observarse por la posición de las estrellas en el firmamento, pues dado un momento en el día en el que las estrellas ocupan cierta posición, al transcurrir exactamente un día sidéreo volverán a estar en el mismo lugar; y para conocer la duración del día, los sumerios empleaban ya en el 2025 a. de C. la sombra del gnomon, o barra clavada en el suelo. 

Al observar la Luna, resulta fácil comprobar que cada 29 días y medio (en números redondos, cada 30 días), existe luna llena. A este período lo llamaron mes. Un año comprendía 12 períodos de lunas llenas o meses, por lo que su duración era de 360 días. Aunque en realidad era de algo más de 365 días, había cuatro días al año en los que reajustar el calendario, por lo que el error estaba siempre bajo control. El hecho de que los calendarios megalíticos prevean hasta la determinación exacta de la fecha de los eclipses, mucho más de lo necesario para determinar los ciclos estacionales agrícolas, es debido a que al ligar la religión y los dioses a los astros, los sacerdotes debían conocer cuándo se ocultaban o manifestaban a los mortales, y cuál era el superior. 

El periodo de tiempo que tarda la Tierra en girar 360º sobre sí misma es lo que se conoce como día sidéreo, es el tiempo que se tarda en volver a ver una estrella atravesando el meridiano del lugar. Pero lo anterior no es aplicable al Sol, pues a lo largo de ese intervalo de tiempo, la Tierra se ha movido apreciablemente en su trayectoria alrededor del mismo, y éste tarda unos pocos minutos más que la duración del día sidéreo en volver a atravesar de nuevo el meridiano del lugar. Las estrellas están situadas a distancias enormemente mayores que el tamaño de la órbita de la Tierra, lo que hace que aparezcan prácticamente en la misma dirección desde cualquier punto de la órbita de ésta. 

Se ha dividido (quizás de manera algo arbitraria) el día medio en 24 intervalos idénticos llamados horas. Estas a su vez se han dividido en 60 intervalos llamados minutos. A su vez éstos se dividen en 60 segundos. Esta división, que probablemente no es la mejor desde el punto de vista racional, se debe a la tradición histórica, y a pesar de los grandes esfuerzos realizados por la Revolución Francesa para implantar el sistema decimal y sustituir el sistema sexagesimal, actualmente todavía persiste éste último, utilizándose aun en todas las ramas de la ciencia. 

La cuestión es el por qué los sumerios, que partían de un año de 360 días y un círculo de 360 grados, dividieron los días en 12 horas dobles (24), la hora en 60 minutos, y muchos siglos después, el minuto se dividió en 60 segundos, la respuesta exige remontarse a una época ágrafa en la que se contaba con los dedos, de la que surgen no sólo los sistemas decimales, sino los de base duodecimal y los de base sexagesimal. 

Hoy en día, existen artículos que en occidente se compran por docenas, tales como los huevos o las ostras. Georges Ifrah, al observar a pueblos actuales que aún cuentan con las falanges de los dedos de una mano en Egipto, Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y algunas regiones de la India, mantiene la siguiente tesis: Si extendemos la palma de la mano derecha y contamos con el dedo pulgar cada una de las tres falanges de los dedos meñique anular corazón e índice, al acabar la cuenta tendremos 12 unidades, en lugar de las cinco obtenidas de contar exclusivamente los dedos. Si a cada 12 unidades asignamos un dedo de la mano izquierda, habremos obtenido 60 unidades al acabar la cuenta, con lo cual únicamente con 10 dedos tenemos la posibilidad de designar biunívocamente hasta 60 objetos con sólo señalar los dedos correspondientes de la mano izquierda, y la falange determinada de un dedo de la mano derecha. La base duodecimal y la sexagesimal quedan establecidas. 

Esta explicación es de todos modos bastante discutible. También puede argumentarse que se dividió el círculo que representa el reloj de Sol en 12 horas dobles a causa de la armonía geométrica de los ángulos de 30º, ángulo cuyo seno es igual a 1/2 exactamente. De todos modos esta división en el reloj de Sol llevaría a horas de diferente duración. Para que las horas resulten iguales en un reloj de Sol, es preciso que las líneas que las indican sean ajustadas en función de la latitud del lugar. 

Los sumerios se encontraron con un mes de 30 días y 12 meses en cada año de 360 días. Obviamente, el círculo de 360 grados lo dividieron en 12 sectores de 30 grados cada uno (signos del Zodiaco), pues la posición de los astros eran parte de su mística y sistema de medir el tiempo. Era normal que el día lo dividieran en 12 horas, y posteriormente, en 24 (12 para el día y doce para la noche). Cuando hubo que subdividir la hora o el grado, la segunda base prestó su apoyo, por lo que se estableció en 60 minutos, mensurables desde el año 2000 a. de C. gracias a la existencia de los relojes de arena y de agua.
La necesidad de medir segundos fue muy posterior, pues la trigonometría no se inicia hasta el año 140 a. de C. con Hiparco, y hasta el siglo XI no se construye en China un reloj astronómico con un error de 100 segundos por día. En definitiva, los relojes europeos de pesas del S. XIII sólo anuncian las horas, y hasta 1656 Huygens no inventa el reloj de péndulo en el que se marca el segundo. No obstante, el reloj naútico de precisión para determinar la posición del buque no es operativo hasta 1680. Se supone que para los sumerios, obsesionados con las coincidencias numéricas, el hecho de que la división sexagesimal del minuto casi coincida con la frecuencia del latido del corazón humano, les confirmaría en la validez de un sistema en el que las apariciones en el firmamento de sus dioses cósmicos (Sol, Luna, Estrellas, Constelaciones), estaba en directa relación con el destino de la humanidad (astrología del zodíaco), con la vida del individuo y con las épocas de recolección y cultivo, a partir de las manos. 

La duración del día sidéreo es 3 minutos y 56 segundos inferior a la duración del día medio. Es decir, la Tierra emplea 23 horas, 56 minutos, y 4 segundos en dar una vuelta completa sobre sí misma. Pero transcurrido este tiempo no volveremos a encontrar al Sol en la misma posición que se encontraba antes de empezar la vuelta de La Tierra sobre sí misma, debemos esperar 3m:56s adicionales (como promedio a lo largo del año) para volver a encontrar al Sol realmente. Los 3m:56s adicionales es el intervalo de tiempo necesario para encontrar al Sol Medio, que es un ente matemático no muy alejado del Sol real. Este intervalo adicional que hay que esperar para volver a encontrar al Sol después de que La Tierra haya dado la vuelta se debe a que la posición relativa entre la Tierra y el Sol ha cambiado mientras se producía dicha vuelta, debido al movimiento de traslación. 

Como consecuencia de lo anterior, y teniendo en cuenta que a la sociedad lo que le interesa es ajustarse a los periodos de luz y de oscuridad, en la práctica se usa el día medio en vez del sidéreo cuyo uso queda relegado a la astronomía. 

Por otra parte, la vida de la sociedad se ve influenciada por las estaciones del año, que se suceden periódicamente al recorrer la Tierra su órbita alrededor del Sol. Las estaciones están originadas a causa de la inclinación del eje de rotación de la Tierra sobre el plano de su órbita (llamado plano de la eclíptica).
También muchas culturas se han preocupado por la periodicidad de los movimientos de la Luna.

El gran problema inherente a todos los calendarios es que los periodos de los movimientos anteriormente descritos no presentan ninguna relación entre sí. Teniendo en cuenta que la influencia de la Luna sobre la vida diaria es bastante menor (aunque es posible que no todo el mundo esté de acuerdo) que la de los días y las noches y las estaciones, se comprenderá que el prescindir de ella simplifica notablemente el problema. Muchas civilizaciones plantearon calendarios lunisolares, pero poco a poco se fue demostrando la superioridad de los calendarios estrictamente solares, al menos desde el punto de vista práctico. La explicación es que resulta más sencillo acomodar solamente el calendario a los días, las noches y a las estaciones del año, sin considerar la Luna, astro de movimiento bastante complejo. 

De todas maneras, prescindiendo de la luna, sigue existiendo el problema originado por el hecho de que la periodicidad de las estaciones (duración del año trópico) no es un número exacto de días medios.

El objetivo de este programa es precisamente comparar los calendarios solares surgidos en la civilización occidental desde este punto de vista. Se demostrará la superioridad del Calendario Gregoriano sobre el Juliano, y la del Calendario Revolucionario sobre los otros dos.

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